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lunes, 23 de marzo de 2015

Depresión y distimia infantil

La depresión mayor es un trastorno del humor, constituido por un conjunto de síntomas, entre los que predominan los de tipo afectivo (tristeza patológica, desesperanza, apatía, anhedonia, irritabilidad, sensación subjetiva de malestar) y se pueden presentar también síntomas de tipo cognitivo, volitivo y físicos. Podría hablarse, por tanto, de una afectación global del funcionamiento personal, con especial énfasis en la esfera afectiva. Muchos casos de depresión son claramente apreciables en la práctica clínica, aunque no suele presentarse de forma aislada como un cuadro único, sino que es más habitual su asociación a otras entidades psicopatológicas. Así, por ejemplo, la asociación entre trastorno depresivo y de ansiedad es alta y con diversas combinaciones sintomáticas en sus manifestaciones.



Depresión infantil

El diagnóstico debe realizarse mediante entrevista clínica y no ser derivado únicamente de cuestionarios. Deberán emplearse técnicas específicas, tanto verbales como no verbales, debido a la existencia de limitaciones cognitivas y de verbalización en este grupo de edad. Así, los niños más pequeños pueden tener dificultades para reconocer algunos síntomas o para comunicar sus ideas y pensamientos, lo que podría impedir un correcto diagnóstico. Para completar la evaluación psicopatológica, es imprescindible la información aportada por los padres y por el entorno escolar.

En general, la depresión infantil tiene un modo de presentación polimorfo y puede enmascararse con los distintos trastornos que aparecen en determinados cuadros psicopatológicos. En estas etapas, la irritabilidad constituye un síntoma característico de la depresión. Las manifestaciones sintomáticas están marcadas por la edad del niño, y pueden agruparse según su desarrollo evolutivo.

Los trastornos depresivos entre los adolescentes tienen a menudo un curso crónico y con altibajos, y existe un riesgo entre dos y cuatro veces superior de persistir la depresión en la edad adulta. Más del 70% de los niños y adolescentes con trastornos depresivos no han sido diagnosticados correctamente ni reciben el tratamiento adecuado.

Las posibles razones podrían ser varias:

  • Distintas manifestaciones clínicas de la depresión en niños que en adultos o presentaciones atípicas.
  • Mayor dificultad de los niños y adolescentes para identificar como depresión lo que les ocurre.
  • No creencia entre los padres o familiares de la existencia de depresión en estas edades, no querer reconocerla por el estigma que produce o creer que podría deberse a un fracaso como educadores, aunque no sea cierto.
  • Falta de formación o entrenamiento adecuado en la evaluación de niños y adolescentes con problemas mentales por parte de los profesionales sanitarios.
  • No existencia de criterios clasificatorios específicos para la infancia y adolescencia.
Principales síntomas clínicos acompañantes en la depresión infanto-juvenil:

Menores de 7 años
El síntoma de presentación más frecuente, es la ansiedad. Manifiestan irritabilidad, rabietas frecuentes, llanto inmotivado, quejas somáticas (cefaleas, dolores abdominales), pérdida de interés por los juegos habituales, cansancio excesivo o aumento de la actividad motora y abulia. También pueden presentar un fracaso en alcanzar el peso para su edad cronológica, retraso psicomotor o dificultad en el desarrollo emocional.

En niños pequeños, el trastorno depresivo mayor se asocia con frecuencia con los trastornos de ansiedad, las fobias escolares y los trastornos de eliminación (encopresis, enuresis).

Niños de 7 años a edad puberal
Los síntomas se presentan fundamentalmente en tres esferas:
  • Esfera afectiva y conductual: irritabilidad, agresividad, agitación o inhibición psicomotriz, astenia, apatía, tristeza, y sensación frecuente de aburrimiento, culpabilidad y en ocasiones ideas recurrentes de muerte.
  • Esfera cognitiva y actividad escolar: baja autoestima, falta de concentración, disminución del rendimiento escolar, fobia escolar, trastornos de conducta en la escuela y en la relación con sus iguales.
  • Esfera somática: cefaleas, dolor abdominal, trastornos del control de esfínteres, trastorno del sueño (insomnio o hipersomnia), no alcanzar el peso para su edad cronológica y disminución o aumento del apetito. 
Adolescentes
Los síntomas son semejantes a los de la edad puberal, y aparecen más conductas negativistas y disociales, abuso de alcohol y sustancias, irritabilidad, inquietud, mal humor y agresividad, hurtos, deseo e intentos de fugas, sentimientos de no ser aceptado, falta de colaboración con la familia, aislamiento, descuido del aseo personal y autocuidado, hipersensibilidad con retraimiento social, tristeza, anhedonia y cogniciones típicas (autorreproches, autoimagen deteriorada y disminución de la autoestima). En ocasiones pueden tener pensamientos relativos al suicidio.

Es frecuente que el trastorno depresivo se presente asociado a trastornos disociales, trastornos por déficit de atención, trastornos de ansiedad, trastornos por abuso de sustancias y trastornos de la conducta alimentaria.

El infradiagnóstico e infratratamiento son los mayores problemas en los niños menores de siete años, en parte debido a la limitada capacidad para comunicar emociones y pensamientos negativos con el lenguaje y a la consecuente tendencia a la somatización. Así, los niños con depresión presentan en muchas ocasiones quejas o molestias difusas, cefalea o dolor abdominal. En la tabla 3 se recogen los principales síntomas según la edad.

FUENTE: www.guiasalud.es

Distimia

Este trastorno no tiene la intensidad del cuadro depresivo mayor pero sin embargo dura más tiempo.

Los síntomas derivados del mismo son:
  • Inestabilidad emocional que puede pasar de la tristeza a la irritabilidad
  • Pensamiento centrado en lo negativo
  • Dificultades del sueño. Generalmente manifiesta cansancio a pesar de dormir sus horas habituales
  • Dificultades de concentración
  • Quejas somáticas
  • Aislamiento
  • Bajo autoconcepto

Duelo infantil

Al igual que los adultos, algunos niño tienen en ocasiones imágenes vívidas del padre muerto, las que están vinculadas con la esperanza de su regreso.

Cuando las condiciones son favorables, el duelo se caracteriza por recuerdos e imágenes de la persona muerta, además de tristeza por su muerte.

En el duelo patológico, el niño tiene dificultades para expresar lo que siente, generalmente se debe a que los padres reprimen sus sentimientos, o porqué no saben como ayudar al niño a superar esto.

Intervención:
  • Rectificación de las fantasías de muerte.
  • Trabajar la idealización del padre muerto.
  • Terapia familiar: Trabajar la elaboración de su propio duelo, Aceptar al niño tal cual es, sin asignarle funciones del difunto, Eliminar los beneficios secundarios que obtiene el niño en relación con el manejo de la pérdida, Colaborar en la desidealización del padre muerto, Aceptar las emociones que se vivencian en relación al padre muerto.
FUENTE: DUELO INFANTIL Artículo publicado en Psicología, Diario El mundo

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Publicado por Ángel E. Lejarriaga en 8:13
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